Cafetería
de estación de trenes. Una barra alargada, patética. Sobre la formica reposan
unas campanas de plástico con cerebros secos aderezados con variedades. En un
extremo un borrachín aferrado a su botella de vino verde. En el otro, yo.
La camarera me recomienda el menú del día y retira de una campana su cerebro más fresco acompañado con algunas
algas marchitas, lo pone en un plato plástico descartable y lo deja delante mio junto a un café expreso.
Miro con algo de asco el plato del día y solo espero que el café sea algo más
digno. Entonces el Cerebro comienza a hablarme.
"Pueden
están observando -me dice- será mejor que coma de mi para no despertar sospechas…"
(como, es un asco)
"Usted
tiene una comprensión de la realidad incorrecta -continúa- es esclavo de sus sentidos…"
(estoy hablando con un cerebro, pienso)
"Pero soy mucho más que eso -dice, lee mis pensamientos- Dentro de poco estaré en su estómago y deberé
buscar otras formas de comunicarme pero la semilla ya ha sido implantada. Lo
hemos entrenado bien. Han llegado a sus manos los textos correctos, las drogas,
el rock´n´roll. Nada de lo que piensa esta librado al azar. Ahora
solo he de darle instrucciones precisas sobre su misión… Acerque el oído…"
Lo hago. Doy el último bocado.
"Es
todo por ahora, fin del mensaje…"
Y
se va hacia el fondo con un sorbo de café negro.
FUNDE
A NEGRO.